LA ENTREVISTA

Luis Carlos Sinitavé Bedoya. Foto cortesia

Desde el principio, algunos personajes de la vida artística que alcanzan el poder de la expresión, han sido invadidos por la costumbre de hablar lo que se le venga en gana, quizá por la relación que existe entre la falta de apoyo y el logro alcanzado producto del esfuerzo personal; lo cual a veces les hace decir frases, a la hora de ser entrevistados, que afectan a una institución o hieren el sentimiento de una persona que apoya a los artistas en cuestión, pero los humanos no estamos excepto de equivocarnos.

Tampoco podría decirse que es ignorancia expresar esos sentimientos a quien uno confía, ni mucho menos sabiduría, porque los sabios piensan antes de hablar, llevan la prudencia en sus labios, y reflejan el poder en la grandeza de sus acciones. Se diría mejor que, hablar sin mirar la fuerza destructora de algunas palabras, buscando cautivar la mirada de quienes admiran lo bello, desde tiempos atrás, ha sido una estrategia cuestionable para alcanzar la popularidad.

En realidad, el tema que me lleva a escribir este manuscrito es la entrevista y las estrategias para conseguirla.

Un buen entrevistador le permite al entrevistado extasiarse en sus pensamientos, experiencias, emociones, vivencias y en su sabiduría, para poder transcribir literalmente su vida y exaltar su obra artística, y así lograr su propia obra periodística, siempre buscando minimizar al máximo las expresiones del artista que puedan herirlo al ser publicadas sin haber sido antes investigadas para confiar en su veracidad y evitar crear un conflicto más en la sociedad que, sube al artista por belleza de su obra, y lo baja por el comportamiento inusual o espontáneo de quien solo quiso expresar sus sentimientos.

Cuando un entrevistador se acerca al entrevistado y logra dimensionar mas profundamente con su apreciación  lo expresado por este, se convierte en su amigo y en el caso de publicar lo que no se debe comunicar a la opinión pública, quizá en un amigo efímero.

Una buena entrevista refleja el profesionalismo del entrevistador; porque puede alcanzar el  verdadero “arte de expresar la belleza con palabras”   y los confiesan quienes tienen el poder de engrandecer con la palabra, y en un instante el lector se da cuenta de  sus más íntimos secretos.

La entrevista podría ser la herramienta más importante para realizar una obra periodística. El entrevistador no debería revelar las incriminaciones de quien se confiesa; inclusive después de muerto el entrevistado, aunque tenga la evidencia de la entrevista en la memoria de los aparatos tecnológicos. Así, tal vez, evitaría herir a sus seres allegados; a no ser que estos la acepten.

La entrevista en el nuevo milenio debe conservar la objetividad y el respeto por la intimidad del otro como un derecho inalienable, y para ello sí que se necesita un principio ético periodístico, como es la prudencia, sin revestirlo de hipocresía o silencio cómplice.

 Por: Luis Carlos Sinitavé Bedoya. Email: luisinitave@hotmail.com 

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